El despegue fallido (KIASH)

"Click, Click" los segundos pasaban y eran marcados por el abrir y cerrar del encendedor de Kiash, se encontraba sentada en las sombras, en la sombra oblícua que marcaba las escaleras de entrada de un edificio, la espalda completamente pegada a pared y todos los músculos rígidos, alerta, le importaba poco el ruido del encendedor pues era amortiguado por el paso de los autos y la corriente de electricidad que circulaba en los cables que tenía sobre su cabeza. Fuera de su mano, nisiquiera se notaba cuando subía y bajaba su pecho al respirar, era una estatua.

Siempre se había sentido a gusto en medio de la oscuridad y estar ahí, expectante como un gato, era algo que le agradaba bastante, se sentía cómoda y recordaba las andadas en su país natal... ¡qué días! Suspiraba antes de volver a recobrar la compostura y centrarse en su objetivo de esta noche.

Kiash fijo la vista en una peculiar sombra que, a pesar de ser de noche y estar a la mitad de una calle, se empeñaba en seguir caminando como si estuviera en un pasarela, la parte derecha de su labio se curvo en una imperceptible sonrisa. Ahí estaba la persona por la que venía a buscar, la siguio con la mirada hasta que ésta se perdio en el fondo de un callejón. Kiash tomo la gorra de su bolsillo, se recogio el cabello y lo escondio dentro de ella, después hizo lo mismo con la de la sudadero, echandosela hasta cubrir casi la visera de la primera, los pantalones bombachos, la enorme sudadera y los tenis de hombre ayudaran a despistar si había algun mirón cerca.

Con paso casua, no quería parecer apurada ni escapando de algo, se acerco hasta el borde del callejón, se mantuvo en las sombras y agudizo el oído, casi vomita de las palabras cursis que llegaban flotando desde el fondo. Los labios se volvieron una fina linea al escuchar sobre la carta, estaba casi segura de que su nombre aparecería ahí entre muchos más, esto sería muy benéfico para ambas.

Kiash se asomó para verlos en un abrazo, tan tiernos y estúpidos, unas cuantas zancadas y pudo respirarles en el hombro. Mantuvo una buena distancia y le dió un par de golpes al hombre en la nuca con el fierro que llevaba en la mano derecha. El metal se impacto dos veces y él cayo inconciente. Levanto la mirada hacia la dirección de Babydoll y sonrio abiertamente, esas sonrisas que dicen 'sé lo que has hecho y pagaras por eso'.

-Vamos, mi amor, sacale el billete, la cartera y la carta- dijo en tono grave sin dejar de mirarla, introdujo su mano en uno de sus bolsillos y saco una navaja con mucho filo envuelta en un pañuelo, únicamente a su vista, no tenía para donde correr la muy idiota, estaba contra el fondo del callejón y su salida estaba a la espalda de Kiash espalda si quisiera hucir tendría que pasar sobre ella.

Se acerco a ella hasta rozarle el oido y tomando con fuerza la navaja, sin quitarle por completo el pañuelo, la clavo ligeramente en su espalda, sosteniendole conla otra mano el antebrazo -Más te vale que lo hagas, si aprecias tu vida- murmuro exclusivamente para ella, tendrían su conversación pero no en este lugar -Date prisa, amor que nos esperan- volvió al tono grave y le dio un empujon hacia el cuerpo tendido en el suelo. A Kiash le gustaba jugar está doble vida, además borraba pistas si el que estaba en el suelo escuchaba algo, aunque la idea de deshacerse de él también era tentandora.

Kiash no aflojo ni por un instante el antebrazo de la joven, había empezado a llorar y la amerciana no hizo más que girar los ojos, el típico truco de llorar para ablandar el corazón de los captores, quizás eso funcionara si tu captor era hombre pero no iba a hacerlo con Kiash, tenía un corazón de piedra para todos los desconocidos, y para toda la gente en general, y cuando hablaba con alguien relacionada con los negocios así la trataba, como el objeto de su paga, el objeto que hacía que tuviera dónde vivir y qué comer, no era nada más que un medio que carecía de todos los valores humanos que pudiera sentir la castaña.

-Ssh, ssh, mi niña... si obedeces todo sale bien- murmuro completamente pegada a su oído, el espacio personal entre ambas era mínimo y cada movimiento que hacía la modelo era percivido por Kiash, vio los objetos que le tendía, ¿serían todos? La vida en las calles le había enseñado a no fiarse de nadie, mucho menos de las actrices baratas y desesperadas -Regresaras, regresaras... sólo que ahora hagamos que esto paresca un robo, volteale todos los bolsillo- podría matarlo, o podría dejarlo inconciente quitarle todo y culpar a la chica desesperada, sí eso también podía funcionar.

Kiash clavo un poco más la navaja en el mismo punto para que no se echara para atras, no podía echarse para atras sin arriesgar su vida y la del joven que estaba ahí tirado, al parecer le había cogido cariño por la forma en que pedía que no le hiciera daño, quizás se había enamorado de él o tenía ciertos sentimientos hacia su persona, eso le proporcionaba a la americana un poder más sobre su víctima.

Las mujeres de ahora eran tan tontas, tan tontas y vulnerables, no entendía cómo se había creido el cuento de la fama, pobre ilusa... las cosas no son como el mundo te las pinta mucho menos si te prometen fama y dinero ráído. El perfumen barato de su perfume se le metía por la nariz, al igual que algunos de sus cabellos le hacían cosquillas en la mejilla debido a la cercanía.

-Volverás a tu país si te comportas- prometió en voz baja y entre murmullos, tenían que darse prisa y la joven no funcionaría si el miedo llegaba a paralizarla.

La joven sedía conforme los impulsos de Kiash la iban guiando, bien al menos no se pondría pesada y su docilidad haría gran parte del trabajo fácil, sabía que no se iba a fiar de ella por completo y tampoco lo esperaba pero siempre cabía la posibilidad de que fuera otra niña tonta que se chupara cualquiera de sus dedos y le creyera hasta que la luna es de queso, en cualquier caso nunca estaba de más intentar, nada se perdía y mucho se podía ganar.

La rusa era un tanto torpe, había escuchado algo rasgarse cuando hacía su trabajo con los bolsillos pero todo quedo a la vista, negó con la cabeza paa que ella sigueira sosteniendo todo el botín que acaba de conseguir, ni muerta la iba a soltar para que tuviera la más mínima oportunidad de escapar, por más remota que ésta fuera.

Ahora que ya tenían todas sus pertenencias Kiash se levanto, obligandola a ella también a hacerlo. Kiash sonrió para sus adentros, las palabras desesperadas la habían terminado por consumir y acaba de aceptar hacer todo lo que ella le pidiera, sin saberlo acaba de firmar su sentencia de muerto o quizás siempres estuvo firmada sólo que con plazo indefinido. Bah, eso ya no importaba sino concentrarse en lo que segía, tenían que salir de ahí antes de que el hombre comenzara a recobrar la conciencia.

-¿Te parece si vamos a un lugar más.... privado... para charlar?- se lo había preguntado pero en su tono no había espacio para negaticas, o aceptaba por las buenas o lo hacía por las malas. Kiash sabía hacer las cosas de las dos formas pero le gusta dar cierto espacio para que "eligieran" antes de imponer su voluntad, eso facilitaba mucho las cosas.

-Prometo que no tendrás que caminar demasiado- comentó sin alejarse de ella y comenzó a conducirla, sin esperar respuesta alguna, hacia la salida del callejón, la navaja seguía enfundada con la manga de su sudadera y la forma en que la tomaba seguro proyectaba a un novio posecivo que no se apartaba de su novia, el atuendo que Kiash llevaba daba lugar para pensar que era un varón más delgado de lo común pero no una chica, al menos eso esperaba ella y así lo había notado al elegir el atuendo de esta noche.

La chica temblaba entre los brazos de Kiash, no sabía si era por el frío o la estaba carcomiendo el miedo, quizás era una mezcla de las dos cosas, pobre niñata ingenua... había llegado a Inglaterra a base de mentiras, había vivido a medias una mentira -porque al menos había modelado unas cuantas veces- y moriría en una mentira, eso sí que era tener mala suerte, abrir la boca cuando se debía de haber quedado callada y tratar de escapar... después de todo sí merecía lo que le pasaba por idiota.

Kiash la guiaba de buena gana, era muy dócil y su delgada talla de modelo la permitía moldearla como quisiera, serpentearon durante unos 10 minutos sin hablar, simplemente su respiración cortando el aire, giraron a la derecha y luego doblaron hacia ha izquierda, de nuevo a la izquierda, no la estaba mareando, simplemente la llevaba al lugar acordado por todos.

Las cosas se habían puesto intensas el día en que habían caido los policias en el sitio de opereciones, sin duda una perdida para todos, para él que rentaba el local, para el cliente qeu se había quedado insatisfecho y para Kiash que tenía que conseguir cómo pagar la renta y su forma de vida, siendo sincera el puesto de mesera le era tan atractivo como un hombre indú.

Llegaron a una puerta trasera de un edificio que se veía muy viejo y decaiso, le habían prestado por casi nada la habitación superior. Las escaleras eran extremadamente estrechas y las maderas crujian de vez en cuando cuando las pisaban en el lugar correcto. A llegar a la última puerta del pasillo más alto, soltó su brazo y abrio la puerta, sin dejar de ejercer presión con el objeto punzocortante en la espalda de la joven, así la obligo a entrar al cuarto, había pocos muebles nada más un par de sillones sucios y descocidos y una mesa con sillas, seguro en la habitación de a lado encontraba un colchón igual de maltratado pero ¿quién lo iba a necesitar?

-Rumores, esperaba que sólo fueran rumores- dijó soltandola por completo una vez que ambas estuvieron dentro del lugar, sin darle la espalda en ningun momento se recargo contra la puerta para cerrarla, giro la llave que ya estaba en el picaporte, la saco y guardo en su bolsillo trascero, ahora sí podían hablar con toda confianza. Su tono había imitado a la desepción pero en el fondo seguía siendo frío. La miro fijamente.

Kiash se concentro en observar todos sus movimientos, cada unad e sus reacciones para que nada se le escapará, nada más la conocía cuando la llevaba a un lugar a cumplir con una cita previamente concertada, no entendía cómo era que ella se qeuría ir, tenía un buen cuerpo que le aseguraba muchos clientes... ¡Ah, sí! Ahora lo recordaba, todo ese dinero no era para ella, sino para sus captores que se encargaban de conseguir ricos necesitados de satisfacer sus deseos sexuales.

La joven se acercó con mirada suplicante, casi rompía el espacio personal entre ambas, seguía suplicando. Kiash odiaba que la gente le suplicara, hasta cierto punto era gratificante pero después se volvía tedioso y cansado, parecía que la gente se aferraba a lo que deseaba hasta la muerte, al menos ella moriría esperando algo, aunque no fuera la muerte.

-Entonces es cierto...--dijo Kiash y volvió a negar con la cabeza, bastaba presionar muy poco a las personas para que comenzaran a abrir la boca y vomitar todo lo que sabían, ¿qué tanto valían sus vidas? ¿y la de los demás? Seguramente no lo suficiente

Las últimas palabras le llamaron demasiado la atención, ahí había datos interesantes y no descansaría hasta saber qué era lo que contenía ese papel.

-Ven, ven... tomemos asiento- la tomo de ambas manos sin ser tan brusca como antes, después de todo ya estaban solas, y la condujo a una de las sillas, ayudo a que se sentara y luego jaló otra para sentarse, sin dejar de tener la puerta a su espalda, se interponía entre la única salida factible -ya que las ventanas estaban selladas con barrores, se abrían pero nada salía o entraba si no eran del tamaño de un gato pequeño- y su captora -Ahora cuenta, ¿en qué estaba interesado él?- dejó la navaja en la mesa para que no jugara más en sus dedos, quizás tenerla un poco lejos de ella le ayudará a tomar confianza a la modelo.

Kiash se sentió segura al saber que la llave descansaba en el bolsillo trasero de su pantalón. La miró sin alguna expresión en el rostro.

Los destellos en la mirada de la chica cuando Kiash dejo la navaja no pasaron desapercividos por la asesina, sin embargo no movio más de un par de milimetros la vista quería que tuviera la sensación de que sólo la miraba a ella, incluso de que parecía estar relajada  poco alerta cuando realmente era todo lo contrario, sus sentidos estaban elevados a la N potencia y nada se le escapaba, ni el batir de las alas del mosquito pasando fuera de la ventana.

Kiash sonrió complacida cuando la chica comenzo a hablar, escucho atentamente sin moverse, era una escultura de marfil que nada más cobraba vida al parpadear, respirar o asentir con la cabeza, no quería interrumpirla para que tomara confianza este interrogatorio podía durar tanto como la modelo quisiera
pero no por eso el final iba a ser distinta.

SAboreo las palabras lentamente, el hombre era un inspector y seguramente con lo que acaba de pasarle esta noche pondría más énfasis en lo que estaba ocurriendo por lo que tendría que tener más cuidado con quien trataba pues no podía fiarse de nadie ahora mucho menos. Hizo memoria, conseguir el nombre del policia que había arruinado un buen trato sería fácil, seguro lo sabía pero no lo recordaba y con ello saber quién estaba con él esa noche, pan comido. Mentalmente se grabo con fuego Eilen, Ivanka Damac y Svertlav... el último apellido le sonaba debería investigar sobre eso lo más pronto posible. La parte de "El suyo" no le gusto para nada, precaución máxima de ahora en adelante.

-Y.. ¿nadie más sabe de esto?- preguntó refiriendose a lo que ella se dedicaba y lo que había hecho para escapar, los tratos y las citas a escondidas ¿cómo había sido tan torpe? Kiash jamás dejaba que esto le pasara y ahora se le había pasado, debía de ser mucho más cuidadosa, se reprimio mentalmente sin perder la concentración en ella -¿No se lo dijiste a nadie?- si era así tendría que ocuparse de otro cuerpo, debía de eliminar a todos los involucrados sin dejar huella alguna, ser un fantasma.

Kiash reprimió una risota en sugarganta, la chica parecía una maraca temblando de un los pise a la cabeza, el miedo que emanaba su cuerpo era casi tangible, pero cuando la gente está asustada es cuando es más conveniente abordarla, es más vulnerable, debil y dispuesta a hacer locuras que puedan resultarles perjudiciales. No dejaba de sentir lastima por ella, era tan estúpidament eingenua ¿cómo alguien podía ser así? No lo comprendía.

La joven parecía exprimir su cerebro, quizás en busca de las palabras adecuadas porque sin ella el tiempo que le quedaba de vida se iba disolviendo, disminuyendo, desapareciendo... Kiash agaurdao pacientemente aque se declarara, si intentaba mentir bueno, un par de cortes le ayudarían a aflojar la boca. Si no era suficiente con la presión mental entonces también tendría que usar la física.

Ahogo otra carcajada al escucharla ¿la pequeña quería negociar? Quería ganar un pcoo más de tiempo con una artimaña que podría ser completamente mentira, quizás había hecho el papel en un cafe internet, imprimirlo y no salvar el documento, seguramente no deseaba dejar psitas de quién lo había escrito, estaba casi segura de que lo único que deseaba era irse de Londres y olvidar el capítulo amargo por el que estaba viviendo sin dejar ninguna marca de su presencia en ese lugar.

-¿Dónde está el ordenador?- pregunto tomando por partes la información que acababa de compartirle. Sabía que lo que más deseaba era ese boleto de avión y comenzo a jugar con él entre sus dedos, era como mostrarle a un perro un pedazo de carne y no darselo, era lo que más deseaba y no podía tenerlo.

La modelo era idiota al pensar que Kiash la iba a dejar salir del país así como así, confianzo ciegamente en su palabra, ella no confiaba en nadie que no fuera ella misma, así que si quería jugar por ese lado se toparía con pared rápidamente.

Después habría que ocuparse del señor que había dejado en el callejon.

La joven no dejaba de temblar, su cuerpo se sumía en un sin fin de escalofrios cada que pronunciaba a alguna palabra, los sollozos aún no ahogaban los sonidos pero Kiash comenzaba a temer que de seguir así tuviera que consolarla para que siguiera vomitando la información, eso era algo que no iba a tolerar ¿por qué las mujeres siempre lloraban? Le había tocado estar frente a hombres y mujeres, y definitivamente las últimas preferían armar más dramas, cómo si eso les diera más esperanzas con las cuales aferrarse a su vida.

La americana se armo de paciencia para poder seguir con eso, sino terminaría haciendola una falda de hawaiano antes de que pudiera correr por su vida, eran de sus armas favoritas las navajas, le gustaba todo lo que se podía hacer con ellas, su discresión y silencio, aunque la adrenalina de meterle una bala en el cerebro a alguien también era muy emocionante.

Frunció levemente los labios, algo no le cuadraba del todo y cada vez más la confianza que la modelo tenía se había perdido poco a poco, los prolongados silencios no le gustaban, Kiash contaba mentalmente los segundos que se tardaba en responder, no contestaba inmediatamente lo cual le daba tiempo suficiente para pensar en algo, no importa lo que fuera, seguro estaba aplicando la de decir lo primero que se le pusiera en la mente pero serí fácil romperla si quería jugar con fuego.

Burberry, Burberry, sabía de la reconocida marca ya que de ahí la había sacado, ¿qué tan falta de lealtad estaba como para involucrar así a la empresa que la había aceptado y dado de comer? Que despreciable persona tenía enfrente, le daban ganas de meterle un golpe para que al menos tuviera algo de dignidad.

Kiash seguía pensando en todo este asunto cuando la rusa se avalanzo sobre la nabaja y luego sobre ella, sentía su frágil cuerpo emplear toda la fureza que había en su ser para lastiamrla con su propia arma. La americana tomo por la muñeca a la modelo y la hizo retroceder para alejarla de su cuerpo, por el impacto habían caído al suelo y Kiash la empujo hasta quedar sobre ella. Tenía con mucha fuerza sujetada la mano de la modelo que tenía su navaja.

-Acabas de firmar tu sentencia, querida...- murmuro entre dientes, se había inclinado hasta su oido y ejercía muchísima presión sobre el cuerpo de la caida para que no se moviera en lo absoluto. -Querías jugar con navajas, yo tengo unas para tí- todo estaba planeado y había un paquete sobre la mesa, un sobre de papel que contenía tres navajas de afeitar, aún no había decido como la iba a matar pero sabía que quería hacerlo parecer un suicidio, al final de todo esto ella se habría suicidado.

Las manos de la niña se hundieron en los brazos de Kiash que quedaron al descubierto por el forcejeo, sintió una leve punzada de dolor pero no era algo que la detuvieran unos simples rasguños. Soltó la navaja de la mala forma, ya no había pasos atras la joven no quería reaccionar y había optado pro el camino difícil y doloroso, haberla envenenado hubiera sido mucho más sencillo pero ella deseaba sufrir en todo el esplendor de la palabra.

Un momento de suspenso flotó en el aire, las palabras de la americana seguro habían impresionado a la modelo que pareció paralizada, su smusculos se tensaron bajo el cuerpo de Kiash para después emanar una nueva oleada de energía, de supervivencia, estaba claro que no quería morir pero no la iban a dejar vivir y a menos de que se convirtiera en vampiro o algun ser sobrenatural no tenía muchas opciones.

-Cállate- me dijo entre diente completamente irritada, se había hartado de la joven y los gritos probablemente llamarían la atención, solto una de sus manos y al siguiente segundo ya la había estampado contra su rostro, una marca justo en el centro del rostro, Kiash no era de aquellas que peleaban con las manos abiertas, eso era de aficionados, le había dado con el puño cerrado entre la nariz y el labio, seguro alguno de esos dos -si no era que los dos- empezaría a sangrar.

Por si el puñetazo no fue suficiente le coloco otro en medio del estómago para sacarle el aire y obligarla a dejar de gritar, ¿por qué todas la smujeres gritaban? O al menos la mayoría lo hacía, no era que por gritar mágicamente fueran a ser salvadas y llevadas al país de los sueños donde tendrían el final feliz que deseaban para su vida.

-Creo que ya no tenemos nada más de qué hablar- dijo de nuevo en voz normal, neutra, carente de expresiones, la tomo por el cabello y se levanto, mover a una mujer tan golpeada no sería tan complicado después de todo ya había mostrado la poca fuerza que tenía en el cuerpo a pesar de estar luchando por su vida -Ni mucho que hacer- tomó la una de las navajas del paquete con un pañuelo sin soltar el cabello de la joven y a tirones la obligo a sentarse de nuevo en la silla.

Kiash recibía un, dos, tres golpes seguidos de la joven, sentía sus uñas correr por la piel que estaba desnuda pero eso no la detenía, no era que fuese inmune al dolor pero tras varias experiencias había aprendido a controlarlo, a hacerle caso omiso y seguir adelante hasta que le arrancaran el último aliento, lo cual nohabía sucedido aún y en la mayoría de las veces solía salir victoriosa.

La chica ahogo un grito, la sangre comenzó a empapar su rostro nacindo desde el interior de su nariz, a la jodida con el plan de mantener todo en orden si de todas formas la autopsía iba a revelar que alguien más la había agredido físcamente daba lo mismo intentar hcerlo parecer un suicidio en lugar de un homicidio.

Su cuerpo hacía que la americana jugara con él en la forma que más le gustará pero su mirada no cedía, era lo único que conservaba algo de entereza y de fuerza, inclusyo llego a escupirle, una mezcla extraña que fue a parar en su pantalón, no había tenido la fuerza necesaria para darle en el rostro pero sí para estamparse en su ropa.

Siguó intentando liberarse una vez que ya estaba sentda, Kiash la rodeo hasta quedar en su espalda y tomo con ambas manos, sin soltar la navaja, las muñecas de la joven que profería paralabras desconocidas que tampoco le impotaron, su cuerpo cedía y dejaba d eluchar resignado a lo que le esperaba, bien, así sería mucho más fácil.

Giró la muñeca izquierda hasta dejarla viendo hacia arriba y luego llevo la mano derecha, en la que sostenía la navaja, hasta a ella, acarició con el metal la fina piel blanquecina y sumió con lentitud la punta en medio del camino azul que mostraba la ubicación de su vena, una gota roja broto con pesadez y poco a poco fueron brotando más y más. Al cambiar la navaja de mano lo hizo entrelazando los dedos de la rusa con el metal descubierto para dejarle sus huellas, y perforo las venas de la otra muñeca. Las heridas eran lo suficientemente grandes para que se desangrara lentamente mientras las demás heridas y golpes sanaban.

¡Cómo odiaba las marcas postmortem!

Las cosas después de perforar la piel de la rusa transcurrieron lentamente, la sangre comenzaba a brotar y Kiash se apartaba lo suficiente para que no cayera ni una sola gota de sangre en su pesona pero no tanto como para dejarla caer. La fue soltando conforme sentía que se iba debilitando, dejando que las ganas que huian fueran dejandola en una pose muy natural, cuando sintió que la joven carecía de fuerzas para mantenerse en pie por ella misma la solto sin más, el cuerpo se balanceo sobre la silla de un lado a otro con mucha debilidad, hasta que cayo al suelo con un ruido sordo.

Kiash había sido cuidadosa en dejar la navaja utilizada en la mano de la joven, hubiera preferido que ella sola se suicidara pero al parecer se negaba a hacerlo sin recibir algun tipo de ayuda. Las respiraciones se fueron apagando paulatinamente hasta que no se escucharon, Kiash no estaba segura si ya había muerto o no y no se atrevería a tocarla piel exponiendose a dejar sus huellas en ella. Así que mientras esperaba para confirmar si expiración miro atentamente los documentos que se localizaban sobre la mesa. No le interesaba la cartera, ni el boleto de avión, ni el dinero -al menos en este momento no le atraia- pero sí la carta.

Tras observarla por cinco minutos tomo su navaja, aquella que había dejado sobre la mesa y con la que la chica trató de dañarla y la abrió con sumo cuidado, tratando de que nada se maltratá, saco el papel y guardo el sobre vacío en su bolsillo, releyo el papel un par de veces praa matar tiempo, un ahora transcurrió y el cuerpo seguía inerte, el charco de sangre era imenso así que Kiash salió del lugar con mucho cuidado, dejó las llaves dentro y cerro la puerta con la mano envuelta en la sudadera antes de salir de nuevo a la oscuridad.

Todo lo que necesitaba estaba en el papel que guardaba celosamente debajo de la ropa.

Mientras caminaba de regreso el camino que la había llevado hasta allá. Desdobló el papel con cuidado mientras rápiadmente leía los nombres que estaban escritos, soltó una maldición, su nombre aparecía entre ellos mientras otro par más que eran conocidos por tener emporios multimillonarios en todo el país. Quiás de ahí podría agarrarse para empezar a hacerse hueco en ese mundo al que aún era muy ajena.

Por otro lado a nadie le beneficiaba que eso se divulgara y mucho menos ahora que su nombre comenzaba a surgir y seguramente la relacionaban con todos esos problemas que tenía la policía con las prostitutas, no podía arriesgarse a ser descubierta tan pronto y mucho menos ser deportada a américa porque entonces se haría un gran problema que la dejaría en onde comenzó, atraapda en manos del asesino de su padre.

Pero por ahora tenía otro asunto más importante, buscar al hombre con el que estaba la pequeña rusa para no dejar testigos, quién sabe qué tan complicado sería pero lo lograría, lo haría. Respiro profundo y dejo que los callejones se la tragaran para terminar con su cometido.


Off: Si quieres cierralo, para no hacerlo más largo y vemos que sucede después.